lunes, 15 de marzo de 2021

La poesía vertical de Jesús Maroto


Jesús Maroto. Foto: María Cruz Magdaleno



Ese preciso calificativo para la poesía fue acuñado por el poeta argentino Roberto Juarroz (1925-1995), quien tituló sus poemarios simplemente como la sucesión: Poesía vertical, Segunda poesía vertical, Tercera… y así hasta la Decimocuarta poesía vertical. Javier Rodríguez Marcos escribe: “Para Roberto Juarroz, mientras que el discurso de la prosa es horizontal, el de la poesía es vertical. Si una funciona por acumulación, la otra lo hace por supresión. Más que albañil, el poeta es un minero. Donde uno amontona, el otro cava. 'Penetra', decía él. Penetra en la realidad convencional, fosilizada por la costumbre. Se dirige hacia lo más profundo.” También yo creo que hay una poesía horizontal. La poesía vertical visualmente se aprecia tirando a estrecha y contenida en la configuración de sus sintagmas, mientras que la horizontal tiende a la anchura, a la subordinación, al derramamiento espacial. Esta apreciación, claro, entre otras cosas más cruciales. “Toda palabra llama a otra palabra. / Toda palabra es un imán verbal, / un polo de atracción variable / que inaugura siempre nuevas constelaciones.”

Escribe
me
aconsejan
como
si
escribir
no
fuera
una
terapia
peligrosa.


He aquí un magno ejemplo de poesía vertical, que, como aprecia el mencionado crítico Javier Rodríguez Marcos, “penetra en la realidad convencional” con una ejecutoria incisiva. Si la poesía horizontal se inclina a extenderse en tropos, generados por difusas sensaciones, la vertical prefiere abrazar ese enmascarado recurso de la ironía. “La esencia de la ironía consiste en no poder descubrirse el segundo sentido del texto por ninguna de sus palabras, deduciéndose, sin embargo, ese segundo sentido del hecho de ser imposible que el texto deba decir aquello que dice.” (Fernando Pessoa). Cito de memoria. El autor de este buen ejemplo es el poeta toledano Jesús Maroto, nacido en Villafranca de los Caballeros pero, después de tantos años, forjado capitalino, como las insignes espadas que el río Tajo extraordinariamente amolda. En una fase de su trayectoria, se sintió fuertemente influido por la poesía de Juarroz. Ahora acaba de publicar el libro de poemas Mientras sigamos vivos, el tercero que publica durante y sobre la pandemia.

No todos los poemas tienen como tema esta invasión coronavírica. Sí muchos de ellos. El poema “Toque de queda” acota bien, expresivamente, esta insólita imposición:

Silencio.
Oscuridad.

La ciudad,
a la luz
de la madrugada,
teje cumbres
de misterio.


Precisamente el conquense-toledano Antonio Lázaro, prologuista del libro, insiste en que “Silencio, nostalgia, miedo. Son [los] ejes de este nuevo poemario”. Elementos que, aunque parezcan frutos muy solitarios, son solidarios. Lázaro justamente también anota: “Pareciendo el más individualista de los poetas, Maroto es en realidad el más social y altruista de un gremio tan robinsoniano.”

Habitualmente, los títulos de sus colecciones poéticas están lejos de constituirse en metáforas, analogías o antítesis líricas; por el contrario, se elevan como claros mensajes, aderezados, como hemos dicho, por la ironía. Una de sus más espléndidas cabeceras se pliega a esta sugerente declaración: La verdad se complica. Es asimismo habitual que buena parte de sus composiciones se mantengan en un discurso metapoético:

Ahora que hay buena luz
me pongo a escribir
sin andar muy inspirado
(quizás es que no ando).
Así, últimamente rompo
más de lo debido. Pero salvo
de la quema unos cuantos
poemas amables. De esos
que se tienen a mano
para cuando llegan los amigos.


Atractivamente, la poética de Jesús Maroto desarrolla un efectivo haz de proposiciones prosaicas para configurar una muy sugerente, grata, esquiva y extraña lírica; “Noticia”: “Los fármacos más caros del mundo: la gran esperanza para frenar la pandemia. Los revolucionarios anticuerpos monoclonales, que cuestan decenas de miles de euros por paciente, se perfilan como futuro tratamiento contra el coronavirus en los países ricos.”

En dos ocasiones, en este libro, el poeta tributa a su maestro Roberto Juarroz. El poema “Con frecuencia” está encabezado por la cita juarroziana “El amor sólo es explicable por el amor”. Sus estrofas avanzan en una progresión anafórica, concebida conceptualmente en una gradual estructura que sabiamente va recogiendo vocablos anteriormente aparecidos y se concentra en sencillas y valiosas imágenes: “Con frecuencia reparo en dos o tres cosas…”, “Con frecuencia me olvido de dos o tres cosas…”, “Con frecuencia persigo dos o tres cosas…”, “Con frecuencia pierdo dos o tres cosas…”, “Con frecuencia recupero dos o tres cosas…”. Siempre en la hechura de una poesía vertical, penetrante y llena de un completo sentido, sin palabras confusas. Otro poema en prosa, “Entre los titulares se cuela un poeta”, después de su última cláusula: “Y lo más cierto: en este mismo momento, mientras escribo, alguien está muriendo”, concluye con esta explícita apostilla: “Aunque esto último ya lo dijo / Roberto Juarroz / en su excelsa Poesía Vertical.”

EL MISTERIO está de este lado del espejo.
Del otro lado todo existe.
Desde allí, por ejemplo, sale a veces una mano
que trae una lámpara encendida
para alumbrar lo que nosotros creemos que es el día.

El misterio no está ni siquiera en la superficie
que separa ambos lados del espejo,
ya que esa superficie no existe,
como no existe ninguna superficie:
sólo es una ilusión que nosotros inventamos
al mirar al revés.

El misterio está en mirar desde fuera
y no desde adentro del espejo,
desde afuera
y no desde adentro de las cosas.

Este poema es de Roberto Juarroz incluido en su Séptima poesía vertical. La reflexión vertida en él sobre los dos lados del espejo –lo que se refleja y lo reflejado- se comparte también en el alcance de la poesía de Jesús Maroto (obsérvese la anáfora); dos caras tan parecidas y tan diferentes: la poesía como sublimación de la realidad cotidiana, referencia primordial de la poética marotiana tan sagazmente manipulada en el poema. Así se da esa perfecta ecuación entre el individuo, encuadrado sólo como ciudadano, y el creador que transforma, como hemos dicho, la realidad. Ocurre en el poema “El poeta”:

Mantén en secreto
Tu identidad.

Que conozcan
al hombre.

Que se pregunten
por el poeta.


Secreto, consciencia e interrogación como claves. De nuevo surge el dilema básico: “Ni / escribiendo / se es / libre / del / todo.” Una mentirijilla, porque escribir, para nuestro poeta, es el acto absoluto, libre al máximo, donde se conjugan la sencillez y la amplitud acostumbradas por la que discurre la poesía de Jesús Maroto, aun teniendo presente la sólo aparente disolución de los efectos cuando descubrió la poesía, aunque sin olvidar sus posteriores “estragos”. “El don y la herida”:

No
recuerdo
mi primer
poema,
pero
no he olvidado
sus consecuencias.





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