lunes, 31 de agosto de 2020

Libros a medio leer


Dibujo y autógrafo de Federico Gallego Ripoll



Una pila que ha ido creciendo muy poco a poco durante el verano, porque no se trata de tochos. Excepto dos, o más bien uno y medio, libritos de poesía muy manejables. Sin excepción, todos de autores que son fraternales amigos míos. Por supuesto que cada hoja de cortesía está ocupada por una entrañable dedicatoria. Semanas que han estado ahí sin ser abiertos, intocables. Ahora me decido a hojearlos, sin leerlos del todo, y me atrevo a escribir algunas líneas sobre ellos y sus respetables artífices.

Comienzo por hablar de Agustín Porras. Su último libro es la novela El periódico y el pan, publicada por la maña y decana editorial Olifante. Porras es muy conocido sobre todo por dos cosas: por ser un acreditado biógrafo de Gustavo Adolfo Bécquer y por mostrarse como un activo editor de revistas literarias. Fue muy sólida la primera publicación seria que fundó entre las varias y más humildes que ya llevaba: Poesí
a, por ejemplo, colmada de vistosas secciones, de creación y crítica. Luego vinieron deliciosos caprichos: La primera piedra, con formato de periódico decimonónico, El Alambique, producto de la fundación del mismo nombre, y Oropeles y guiñapos, llamativa cita becqueriana. Agustín Porras recoge en un libro, publicado por Eneida, la vida del poeta Gustavo Adolfo, y además es autor de novedosos estudios sobre su inventiva, habiendo publicado además algunas ediciones de las obras del sevillano. Como poeta, es autor de una colección de coplas que aspiran a encontrarse, con el tiempo, en un sublime anonimato. El periódico y el pan es una diligente ficción que enmascara la experiencia vital de su creador. Se constituye en una narración grácil, desprovista de fábula, quiero decir de intriga, que relata unos hechos joviales (dulces, tristes a veces) que mucho hacen sonreír al lector que cosecha placer del bueno tras la lectura. El discurso está espléndidamente desarrollado y se sostiene en una muy literaria virtud principal: una poderosa sintaxis que conforma espléndidamente lo narrado.

Federico Gallego Ripoll ha acumulado dos títulos en mi pequeño rimero: La sombra de Miró, Premio de Aforismos Rafael Pérez Estrada, y Las travesías, Premio de Poesía Juana Castro, publicado en la prestigiosa editora sevillana Renacimiento. Todos los títulos de Gallego Ripoll han sido premiados. Él dice que se presenta a los certámenes porque le resulta complicado el proponer su obra a los editores. Yo a Federico lo conozco desde hace mucho; ambos fuimos invitados a participar en la primera edición de las Jornadas Poéticas de Cuenca, puestas en marcha a mitad de la lejana década de los años 80 del siglo XX. Mantuve, en esos inicios, una intensa amistad con él. Más tarde adquirimos cierto parentesco, ya que cuando yo me casé por segunda vez, mi nueva mujer era prima suya. De forma que, además de ser grandes amigos pasamos a ser primos. Federico Gallego Ripoll es un gran lírico, o sea: un gran poeta. Sus versos muestran una sublime potencia verbal como ésta: “Con insistencia miro el agua, / hasta que germinan las semillas / y brotan, altos, los lirios transparentes, / el fruto con que en el limo / se gestaron las lágrimas.” El también alto poeta Teo Serna, surcando las prodigiosas páginas de Las travesías, escribe: “He tenido la impresión de caminar por un desierto cuando he caminado por este libro, un desierto que en quietud aparente, no cesa de mover sus dunas, no deja de mostrar sus oasis, no deja de reclamar la sed constantemente: para eso están esos oasis; para eso están, también, los espejismos que Federico nos ofrece como relámpagos que aparecen para desaparecer luego en lo hondo, en nuestra hondura más secreta, para quedarse allí, acurrucados, como pájaros sin nido, negros y secretos.”

Precisamente una cita de Federico Gallego Ripoll (“Así en la tierra como en tu cuerpo”) abre la reciente colección poética de Santiago Sastre, A cuerpo gentil, que ha publicado la editorial toledana Ceyla. Nacido como 15 años antes que yo, o sea, situado en otra generación según el cómputo orteguiano, en un tiempo fui su maestro; pero con el tiempo, como dijo Eduardo Chicharro de Carlos Edmundo de Ory, “él lo fue mío”. Es un escritor muy versátil, muy activo. Autor de varios poemarios, lo es también de libros de narrativa infantil y juvenil, de género teatral y de género negro desarrollado en varias novelas protagonizadas por el detective Augusto Alpesto. Es asimismo antólogo de la poesía toledana contemporánea. Es un poeta sumamente abierto, incluso desenfadado (no hay más que leer algunos de sus títulos: Poeta en jamó
n York, Hablando de la vida con mis jugos gástricos…). Sus proposiciones son completamente diáfanas y contundentes: “La sopa antes que el postre. / El garaje antes que el tejado. / El tres antes que el cinco. / El segundo antes que la hora./ […] Sin embargo la vida al mismo tiempo / que la muerte.” Su poética queda muy bien establecida: “Muchos piensan que la poesía es un rollo, o aburrida, y difícil de entender. Con mi poesía intento que la gente se aficione a la poesía, que vea que puede ser clara, divertida y emocionante. La poesía nos ayuda a ver (porque muchas veces miramos sin ver, como decía A. Machado) y nos agranda la mirada para ver más y mejor.”

Cuando entré en tratos con Jesús Maroto en Toledo, él formaba parte del grupo Solano, en el cual se integraba también el malogrado José Pedro Muñoz. Entre las actividades que desarrollaban, contaba una muy atractiva: disponían una mesa de camping en las Cuatro Calles de la Ciudad Imperial y se ofrecían al público para escribir poemas que ese público les pudiese encargar; para la novia, para el novio, para los padres, los amigos, los hijos, o cualquier tema requerido. Después hemos compartido cantidad de eventos literarios y en numerosas ocasiones nos hemos embriagado juntos de poesía y de lo que no es poesía. Me atrae mucho la poética de Jesús Maroto, plena en escuetas proposiciones y certeras al máximo, acercándose a las supremas proposiciones wittgensteinianas, porque, como ocurre en la inspiración marotiana, “Die Welt ist alles, was der Fall ist” (“El mundo es todo lo que acaece”). Su poesía es un diálogo, una conversación con el lector elevada a la perfección. Uno de los emblemas que preside mi gabinete es un breve y sabio poema de Jesús Maroto: “Escribe / me / aconsejan / como / si / escribir / no / fuera / una / terapia / peligrosa.” En Polvo y gas (editorial Celya), el lenguaje poético pega la hebra en un discurso conciso y admirable, totalmente cargado de irreprochable lucidez: “Breves instantes / que voy reuniendo / en mi álbum de la cotidianidad. // Algunos se repiten. // Pero por qué no consigo // esa cara de felicidad.” De irreprochable, irónica y risueña erudición: “En poesía, / ideas no. / Que las carga Platón.” Muy próximo a aparecer De la inquietud (y tres poemas invitados), que contiene los poemas que Maroto escribió durante el pasado confinamiento impuesto por la pandemia. 

La personalidad artística de José Ángel García destaca como una figura intelectual y literaria de las más consistentes de Castilla-La Mancha. Una persona muy madrileña a la vez investida como muy conquense. Dirigió la RACAL, Real Academia Conquense de Artes y Letras. Su obra es copiosa y cuidadosamente publicada, repartida con pulcritud a lo largo de más de veinte títulos ubicados en los géneros poético, narrativo y ensayístico. Sus artículos de prensa y columnas, también recopilados en libro, son incontables. Porque él ejerció muy activa y prestigiosamente la profesión de periodista. Su actividad radiofónica siempre fue intensa; su bella voz de locutor y su conocimiento de la historia de la música brindaron durante años a los oyentes de Radio Nacional de España jugosos comentarios adjuntos a las retransmisiones en directo de los conciertos celebrados en Cuenca dentro de la Semana de Música Religiosa. Su poesía está henchida de una directriz poética que se llena solemnemente de lo metapoético, pareciendo atender a la máxima de Wallace Stevens en el sentido de que el tema del poema siempre es la poesía: “secuestrada en el tiempo / la / palabra / a / sí propia / se / toma / por / rehén”. Publicada hace un tiempo su poesía completa exhibiendo una cuidadosa estructura, ahora vuelve a editar sus nuevos versos en la madrileña editorial Vitruvio (No le busques cinco pies a un verso), donde su poesía reanuda impecablemente esa jugosa versatilidad en cuanto a fondo y forma (mensaje y grafismo) tan noblemente propios en el lírico decir del autor. Otra vez el tan caracterizado idioma poético alcanza un seductor protagonismo: “Debemos –afirmó con voz severa / el grave portavoz de la conciencia- / con cuidado proceder ya que el lenguaje que en tantas ocasiones /a nuestra causa, traicionero, no coadyuva, / bien podría, incluso, / incitarnos a pensar erróneamente deduciendo / que conseguir podremos / las propias emociones con eficacia / controlar / a simple golpe de verbo.”

Yo esgrimo la posiblemente errática opinión de considerar la poesía como el único género literario que sólo deberían cultivar los jóvenes, pues sólo los jóvenes practican, en plenitud, el deporte o el sexo sin tapujos y sin precauciones. Pues yo creo –repito, tal vez erróneamente- que la poesía necesita, para expandirse libremente, de una acrobacia o un malabarismo para los cuales, quizá, las personas maduritas ya no se encuentran muy capacitadas. Estos poetas de los que he hablado ya no son, desde luego, unos pipiolos, pero mi teoría queda totalmente invalidada al enfrentarme a la poesía de estos cinco sintiéndola gozosamente como un producto completamente juvenil.


Presentación del libro de Jesús Maroto escrito durante el confinamiento