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Vista aérea desde Erice |
Erice
La actual Erice es la
depravación, descarada e infame, de un pasado que no pudo sostener,
perpetuándolo, la erigida belleza de sutiles razones, delicadas e inamovibles.
Ciertas solemnidades se
implantaron a la caída de ese Imperio. Y aquellas sugerentes columnas espigadas
dieron paso a compactos muros, impenetrables y almenados.
Luego las calles fueron
insolentemente empedradas. Sólo quedó la noble y acogedora umbría de un jardín
recoleto y las incomparables vistas circundantes.
Hoy la coyuntura está salpicada
de restaurantes con mobiliario de metacrilato. Y un parquímetro obligatorio
donde el precio de la primera hora de estacionamiento sube, con lironda
desfachatez, a dos euros.
Y ni rastro de Anquises.
San Liberale de Trapani
San Liberale dicen que fue
centurión o algo parecido y que además fue liberado del pecado del paganismo,
siendo primero mártir, luego santo.
Hoy disfruta de una sosegada y
amable madurez eterna, renovada jubilación, merodeando en los alrededores de su
modesta iglesia; sin embargo, para siempre ya mora con la dichosa calma de un
sencillo pagano de la decadencia.
Ahora fuma en pretiles, en los
bancos del paseo del puerto, con la rubia mozuela de la trattoria. Se protege en invierno de la brisa marítima con chaqueta
de pana. Y da algunas patadas al balón de unos niños.
Es visible para los niños, la
camarera de la trattoria y alguna que
otra aura sensible. E invisible para el turista, los profesores que viven en
Erice y el párroco de la chiesa di San
Liberale.
Se pasa densas horas cabizbajo
en una esquina de esa tosca cabañita eclesial leyendo El guardador de rebaños en un viejo ejemplar.
Muy atinado, San Liberale
también cree que, así como Alberto Caeiro alababa el río de su aldea por encima
del renombrado Tejo, para él,
asimismo, las modestas olas que, monótonas, lamen el espigón de Trapani,
superan en candor todo el prestigio del Tirreno.
(Fotos: Rosario Quevedo)
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Iglesia de San Liberale en Trapani |
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